sábado, 21 de marzo de 2009

El Hierro y el Oro


El agua arrastró una chispa de oro y una partícula de hierro, depositándolas juntas en una grieta del arroyo.

Al ver a su vecino, el Oro sintióse herido en su orgullo aristocrático por la veleidad del destino, que quiso colocarlo al lado de aquel despreciable metal.

-¡Aparta de mí, vulgar material!, dijo; tu contactome envilece.

El Hierro benemérito permaneció inmóvil como si nada hubiera oído.

-Retírate, hierro mustio, que soy el Oro; el metal espléndido que luce con destellos de gloria en la corona del monarca; que brilla con fulgores de estrella en las condecoraciones del militar; que resplandece como lumbre en el cuello exquisito de la dama aristocrática. Soy el metal ilustre que sólo conoce el roce de manos distinguidas o la caricia de las sedas del bolsillo del señor. Soy el oro conquistador de voluntades; ilusión del pobre; propiedad del rico; dueño del mundo; dios de los humanos...

-Me río de tu grandeza, le interrumpió el Hierro, si grandeza hay en ceñir la frente del tirano, o en adornar el pecho del asesino profesional, o en realizar los encantos de la carne de una prostituta de alto rango. ¡Ja, ja, ja...! Me río de tu grandeza vana, mental inflado, cuya vanidad no se funda ni en el hecho de servir de mal clavo a un zapato viejo. La humanidad no te debe más que dolor, infortunio, guerra... Soy el Hierro, el metal obscuro que hace posible una buena cosecha; el metal modesto que sirve de base al maravilloso progreso industrial del mundo. No realzo el encanto de las carnes de la cortesana, ni constelo el pecho del militar, ni me tocan manos delicadas, ni siento las blanduras de la seda; pero cuando el trabajador me toma en sus rudas manos, el mundo se pone en movimiento, el progreso se hecha a andar. Si desapareciera yo, la humanidad se sumergería en la barbarie, daría un salto en las tinieblas. Soy el Hierro, el metal modesto del que están formados el martillo, la azada, la máquina, el ferrocarril... vértebras, tendones, músculo y arterias de la civilización y del progreso. Cuando brillo en la hoja del puñal, tiembla el tirano; la Libertad sonríe si me presento en forma de bomba; el corazón del proletariado se llena de esperanza cuando me acaricia en el gatillo del rifle vengador. Base de la civilización, promesa del libertad, eso soy yo.

El Oro humillado, no habló más.


(De "Regeneración" del número 209, fechado el 23 de Octubre de 1915).

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